miércoles, 1 de octubre de 2014

Cuando el Olvido y el Abandono van de la mano....

LA LASTRA, BURGOS  
No puedo evitar recrearme en la atracción que me producen los lugares abandonados. Tienen una atmósfera especial. El aire  quedó detenido en un tiempo determinado y el recinto parece tener atrapado entre sus muros o pegado a sus rincones alientos pasados, miradas lejanas.

No es real lo del silencio ni lo de la paz, o al menos yo no consigo percibirlo. Muy al contrario, cada elemento del escenario me grita bajito, me cuenta viejas historias que quedaron ancladas a sitios cotidianos, como testigos mudos pero presentes de un pasado, a veces remoto, a veces no tan lejano... pero siempre pasado. Y si no me lo cuentan...qué más da!. Me sobra imaginación para especular o conjeturar sobre los tiempos pasados que cubren el lugar. No busco certezas, casi prefiero la leyenda  o el mito. Hay más poesía, y eso                                                                         es un plus añadido al encanto del lugar.

Me gustan las viejas construcciones abandonadas, casas, palacios, viejos hangares, antiguas fábricas, iglesias o capillas. Imaginarlos en sus momentos álgidos y de esplendor, dispara la imaginación y consigue que le otorguemos vida a lo que ya es un objeto sedente, recubierto del verdín del tiempo y abrazado por la oscuridad y el silencio.

Casi todo ha perdido su brillo y el color original. Sol y lluvia...y la niebla de enero, casi por igual, se han ido ocupando de limar suave e inexorablemente cualquier aliento de vida.
Pero hay una excepción a esta regla de oro. Hay algo que sí mantiene su brillo, incluso se renueva cada primavera. Hablo de la gran protagonista de todos estos lugares: la vegetación, ese gran manto verde o marrón, según estación, que ha ido cubriendo el espacio, con la certeza de que es la nueva señora del territorio, la gran protagonista del microcosmos que se crea en todo lugar abandonado. Es la reina... y su reinado se expande lenta e implacablemente por sitios que nunca hubiera imaginado.

Leí en algún lugar que los lugares abandonados personifican la muerte. Espantan a los viejos, atraen a los jóvenes, quienes lo exploran buscando en ellos el espíritu de aventura, tan ligados a los peligros de la "Parca".
Desconozco en qué grupo debería colocarme. Sólo sé que sigo vibrando y latiendo a mucha velocidad cuando recorro estancias, pajares,, escaleras a punto de claudicar, cocinas con los viejos pucheros... o miro por ventanas casi cegadas por las hierbas que las cubren. 

Por unos instantes, yo también me siento un poco dueña del lugar y su magia, me siento señora cuando recorro los rincones, buscando vestigios de un pasado lejano, señales que me hablen de lo vivido...de lo ocurrido.

Luego vuelvo a mi mundo, dejo atrás telarañas y barro, suciedad y olvido, cristales rotos e historias pasadas...alguna postal desteñida e hinchada por la humedad,  a veces, incluso, ropa que aún conserva la forma de su último poseedor... 

Pero me llevo algo en mi retina, en la retina de mi objetivo, me llevo la esencia de tantos rincones donde me detuve y congelé el instante para siempre, para cuando ya no estén.